Siempre nos exponemos al error cuando tratamos de establecer los límites de una presunta normalidad en el comportamiento del ser humano, no obstante casi todos coincidiremos en calificar negativamente a asesinos, maltratadotes, violadores, pederastas, etc. Sobre todo a estos últimos.
Como sobreviviente de abusos sexuales en la infancia he oído todo tipo de expresiones para referirse a los pederastas; expresiones tan radicales como lógicas. También en la sociedad el debate parece claro. Los conceptos cadena perpetua, pena de muerte u otros peores están a la orden del día.
Uno de los aspectos que a mi me importa bastante menos que a otros muchos que se pierden en debates que no llevan a ninguna parte, es el que trata de dilucidar si estos personajes están enfermos o son delincuentes sin más. Muchas personas opinan que el hecho de que sean etiquetados como enfermos es un eximente, una justificación que persiguen en su propio beneficio. Es posible. Y también es probable que deban cambiar muchas cosas. En ello estamos.
No le doy excesiva importancia a la etiqueta porque lo que realmente importa, lo que de hecho debería importarnos a todos, es que a estos individuos se les aparte de la sociedad. Les corresponde a los especialistas dictaminar que institución ha de encargarse de cada caso. Que su destino sea la cárcel u otro tipo de institución, personalmente, ni me importa ni me incumbe demasiado. Lo que si me importa, y creo que a la mayoría, es tener la garantía de que estos individuos no van a volver a la circulación mientras no se demuestre que se han rehabilitado.
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