No es extraño que algunas personas, cuando entran en contacto con otras que han sufrido abusos sexuales en su infancia, circunstancia que se da a menudo en los nuevos miembros que llegan al foro, terminen creyendo que lo suyo, después de todo no fue tan grave después de leer otras historias. Existe una tendencia a minimizar lo que le ocurre a uno y, al contrario, a empatizar con la tragedia que le tocó vivir al otro.
Si tomamos a una persona que fue víctima de algún tocamiento ocasional o de un acto de exhibicionismo, por poner un ejemplo, y lo comparamos con otra que sufrió abusos reiterados durante años por algún familiar, llegaríamos a la conclusión que este último caso reviste una mayor gravedad. En principio suele ser así, pero si queremos establecer una escala de gravedad partiendo del tipo de abusos que se padecieron nos terminará dando una idea equívoca de la realidad. Por eso hablaba antes de la percepción que tienen algunas personas de su historia cuando la comparan con la de los demás. Cada cual tiene derecho a sentirse como se siente.
Si la gravedad de un hecho traumático debe medirse de algún modo, deberá hacerse a partir de las secuelas que ha desarrollado un individuo junto a su capacidad y recursos a la hora de enfrentarse a ellas. En un accidente de tráfico, por poner otro ejemplo, poco importa que un automóvil esté hecho polvo y otro apenas tenga algún golpe; lo que de verdad debe importarnos es el estado de sus ocupantes.
la ocupante de mi automóvil todavía no se recuperó,ni creo que lo haga nunca