Cuando estuvimos muertos

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Los niños que dejaron de soñar

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Se puede adquirir en las principales librerías o bien pedirlo al autor: forogam2002@yahoo.es Ambos libros pueden encontrarse en la Fundación Vicki Bernadet de Barcelona (ver el banner más abajo)

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Testimonio abuso sexual - Ander

Publicado por Joan Montane jueves, 25 de febrero de 2010 4 comentarios

Son escasos los recuerdos de aquel niño pequeño y rubio de ojos azul claro que fui.

Era un niño solitario, introvertido, que siempre jugaba solo. No hablaba ni me quejaba, a no ser que quisieran meterme en la ducha. Pasaba las horas tirado en el suelo de mi cuarto, jugando con mis coches.

Mi hermano fue quien destruyó mis días poco a poco sin apenas darme cuenta. Me incomodaba, eso seguro, aunque era demasiado pequeño para ser consciente de mucho más. Era una sensación que ya conocía. No puedo recordar el día que comenzó aquello; sólo soy capaz de recordar esa sensación, la sensación de que ya has vivido lo que te está pasando, y desde luego que era un "juego" que no me gustaba.

No puedo recordar sus palabras, de qué manera accedía, ni como lograba que yo jugara a sus "juegos", pero lo cierto es que lo conseguía, y entre tanto yo callaba y me sentía culpable, sucio y asqueado. Además veía como mi padre siempre estaba por él; era su hijo favorito. Yo tenía más el aspecto de un niño enfermo. Digamos que no daba el perfil para ser el hijo predilecto de "papa" y de "mama". Ella siempre consintió, tanto aquel favoritismo, como lo que mi hermano hacía conmigo.

Recuerdo perfectamente, siendo aún pequeño, que una vez entró ella en la habitación donde mi hermano, justo en ese momento, empezaba a "jugar" conmigo. Pero mi madre, muy lejos de involucrarse, parar aquello y quitarme muchos años de sufrimiento... se limitó a cerrar la puerta para dejarme allí en la oscuridad. Ya nunca volvió, nunca abrió esa puerta. Hasta hace poco aún esperaba, con ojos implorantes, verla abrir aquella puerta. Hoy ya no espero nada.

El agresor campa a sus anchas, se desenvuelve con absoluta naturalidad entre los demás miembros de la familia, y todos le bailan el agua, sin embargo yo soy un "autista", el raro, el que se encierra entre las cuatro paredes de su habitación, siempre solo...

Siempre solo, al igual que en los patios del colegio. Siempre estuve solo, hasta que me acostumbré a tenerme tan sólo a mí. Y mientras tanto él siguió haciendo conmigo lo que quiso, con total impunidad. Me sodomizaba, me obligaba a practicarle felaciones, me humillaba delante de todo el mundo, me insultaba, se burlaba de mí, tanto a solas como delante de sus amigos... y yo... yo bajaba la mirada, callaba, me giraba y volvía a casa, a esconderme en mi guarida.

Puede que para mis padres haya sido tan solo un número, el cuarto, el último de todos. Creo que no esperaban tenerme, fue un error. Pero una vez nacido al menos podrían haber disimulado un poco. Nunca tuvieron la reacción que esperaba. Debo suponer que tratar a un hijo "autista" y "anti-social" era demasiado complicado para ellos, o quizás lo difícil era prestar atención a lo evidente y buscar ayuda.

Mi historia fue así y no puedo modificarla por más que lo desee. Estuve viviendo muchos años entre la desesperación, los abusos, el miedo nocturno, las humillaciones, el continuo disimular y el intento por ser un buen hijo a los ojos de unos padres que nunca vieron en mí a ese hijo que querían; nada era suficiente, y por el contrario, todo lo que venía de mi agresor era bien recibido.

De nada ha servido, familiarmente hablando, relatar lo que me ocurrió. Incluso creo que lo cuestionan, pero para mí ya no hay nada que cuestionar. Es imposible inventar tantas cosas, tantos detalles... ¿Es que no se dan cuenta? ¿Por qué habría de hacerlo? ¿Por celos, quizás? En absoluto; él fue quien siempre sintió celos de mí.

Es tan contradictorio ser abusado, humillado, insultado, y a un mismo tiempo ser también deseado, ser el centro de sus celos. No tiene sentido.


Me condenó a una tristeza y una depresión profunda de la que sigo sin poder escapar del todo. Siempre sintiéndome solo, siempre estando solo. No tenía amigos ni tampoco los buscaba. Creo que lo que yo buscaba no podía ofrecérmelo nadie... tan sólo compartía algo de mí con aquellos cuadernos que llené de escritos donde daba rienda suelta a un odio ilimitado hacia mí mismo. Deseaba la muerte, porque él ya me había matado en vida. Sentía que todos los demás le apoyaron y nunca objetaron nada ante aquella mutilación. Nunca cesaron los abusos, ni siquiera sus insultos.

Revisando años después algunos de mis escritos, descubro que hoy tienen sentidos diferentes a los que le daba en su día. Hoy he abierto los ojos, de alguna manera he madurado, ahondo más en ese dolor, y empiezo a entender mejor lo poco que merecen la pena aquellos seres que decían quererme, que se criaron conmigo, que me dieron la vida, aunque yo hubiera deseado no nacer.

He sido durante muchos años una persona oscura, y creo que siempre quedará una parte de mí que no alcanzará a ver la luz, pero no teñiré todo de negro nunca más, no quiero que me controlen, no pueden, no soy su marioneta, ya no. Lo he sido durante demasiado tiempo.

Ahora, cada vez que el pasado vuelva a mí, intentaré que sea de otra manera, teniendo claro que quienes decían quererme no me quieren, sabiendo que hay personas fuera de aquella familia que realmente me quieren. Es por ellas por quien doy la vida.

Me tendréis por siempre; no me habéis parido, más os debo la vida, sin vosotras hoy no estaría vivo. Si no os hubiera tenido la noche más fatídica de mi vida, todo habría acabado. Pero ellas estuvieron ahí, al otro lado del teléfono, calmándome, reteniendo mis impulsos hacia el suicidio.

Os amaré siempre.

Peliculas Abusos sexuales IX

Publicado por Joan Montane martes, 23 de febrero de 2010 3 comentarios

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Precious

TÍTULO ORIGINAL: Precious: Based on the Novel Push by Sapphire

AÑO 2009

DURACIÓN: 105 min.

PAÍS: Estados Unidos

DIRECTOR: Lee Daniels

SINOPSIS: En Harlem, la adolescente Clareece 'Precious' Jones (Gabourey Sidibe), una chica negra, que no sabe leer ni escribir, agobiada por su madre (Mo’Nique), con un gran sobrepeso y embarazada de su segundo hijo, decide apuntarse a una escuela alternativa para intentar encauzar el rumbo de su vida.


Quizas resulte un poco recurrente decir que se trata de una pelicula dura, maxime teniendo en cuenta la tematica que aborda. Esta lo es, pero tambien se trata de una pelicula excelente, de las mejores. Un canto a la superacion. Imprescindible.





AÑO: 2002

DURACIÓN: 113 min.

PAÍS: Estados Unidos

DIRECTOR: Denzel Washington

SINOPSIS: Antwone Fisher (Derek Luke), un joven marinero de carácter violento, es obligado a ver a un psiquiatra de la marina (Denzel Washington) para aprender a controlar su rabia. La terapia le inspirará para buscar a la familia que le abandonó cuando era un niño. Un drama basado en hechos reales, a partir de la historia del propio Antwone Fisher.



De la mano de un psiquiatra nos va conduciendo hasta llegar al nudo gordiano; el abuso sexual. Abusos y malos tratos en una historia que no aporta grandes novedades, pero aun asi se trata de una pelicula mas que recomendable.

Autolesiones

Publicado por Joan Montane domingo, 21 de febrero de 2010 5 comentarios

Cuando afirmamos que los supervivientes de ASI se caracterizan por tener una baja autoestima, dificultades para relacionarse con los demás o problemas con la sexualidad, lo que puede hacerse extensible a otras situaciones traumáticas, no creo que nadie se sorprenda. Parece bastante lógico. Sin embargo, si hacemos la misma afirmación en cuanto a una persona que tiene la necesidad de cortarse, golpearse o quemarse conscientemente, entonces tal vez sea más difícil exigir la misma comprensión.

Siendo consciente de que las autolesiones pueden tener diferentes orígenes, yo quisiera centrarme en los ASI, ya que es el asunto que mejor conozco y para el cual tengo algunas certezas que me han transmitido algunas compañeras del foro.

En las autolesiones el dolor pasa a ser un elemento fundamental para entender cualquier mecanismo relacionado con ella, pero más importante aún, si cabe, es insistir en que la percepción que tenemos del mismo, así como el uso que hacemos quienes padecimos ASI, es muy diferente. El dolor no es un agente pasivo, un efecto; también puede ser una causa en sí misma, un objetivo en busca de unos resultados concretos.

La autolesión se vive como una manera de extraer de nuestro interior todo ese dolor que nos invade. Cuanto mayor es la autolesión, mayor es el dolor que se trata de neutralizar, porque también lo es la necesidad de liberarnos de él. El problema es que, una vez liberada la tensión, y tras ese primer momento de calma, aparecen la vergüenza y la culpabilidad. Hay que tener claro que nadie se autolesiona porque sí, como si de un pasatiempo se tratara. Al igual que el alcohol, la comida o la ludopatía, esta es una adicción para la que se requiere algo más que la simple voluntad para enfrentarse a ella. Así pues, hablar de autolesiones es hablar de una espiral que se realimenta en una sucesión incontrolada que a veces no parece tener fin.

No es fácil dar rienda suelta a todo ese dolor acumulado. Es, como reconocen quienes la padecen, un motivo más para sentirse estigmatizado y seguir ocultando el secreto que mantiene a la persona en esa cárcel de dolor, silencio e incomprensión. Hay una clara conciencia de que nadie entendería las razones de esta acción. En muchos casos incluso no quiere entenderse, ya que en el origen de las mismas está el abuso sexual, cuyo causante suele ser un miembro de la familia. Y aún en el caso de vencer ese obstáculo, es probable que sólo consiguiéramos reproches y que se pusiera en duda la confesión. ¿Quién quiere oír: “Me autolesiono porque de niño mi padre, hermano, tío, abuelo o primo abusó sexualmente de mí”? Una buena parte de las familias no es capaz de aceptarlo, por lo que se revictimiza a quien se atreve a “desestabilizar” al ente familiar.

Normalmente, siempre hay una causa para que se produzca un efecto. Es decir, cabría suponer que si alguien se autolesiona es porque hay un hecho concreto que lo ha desencadenado. De entrada es así, pero no sólo así.

Cuando algo no va bien, cualquier adicción, aunque nos produzca una fugaz sensación de alivio, a la larga, siempre termina empeorándolo todo. Con las autolesiones sucede algo parecido. Aunque en un primer momento tanto la adicción como la autolesión puedan tranquilizarnos y alejarnos de la realidad, invariablemente, esta termina por plantarse de nuevo ante nosotros, haciéndonos sentir más culpables, más avergonzados y más miserables de lo que ya nos sentíamos antes. Al final, se transforma en una rutina frustrante y autodestructiva, en la que siempre estamos buscando la salida por la puerta equivocada.

Sé que parecerá extraño, pero las autolesiones también están relacionadas con nuestra necesidad de obtener el perdón. No, no hay que buscarle ninguna reminiscencia religiosa, por más que cada cual tenga sus propias creencias. Sin duda nos parecerá paradójico y contradictorio, ya que no sólo se busca el perdón por una culpa que en ningún caso perteneció a la víctima de ASI, sino que, además, dicho perdón se busca a través de una agresión. Pero todo eso, si queremos entenderlo, deberemos hacerlo desde el punto de vista del superviviente.

Podríamos decir que cada agresión ya lleva implícita una parte del perdón; un único protagonista para dos papeles. Reproducimos la agresión para, acto seguido, ser nosotros mismos quienes nos perdonamos y nos cuidamos; es decir, recreamos un escenario que nos retrotrae al pasado, un nuevo escenario donde las cosas ocurren del modo que debieron ocurrir, actuando como debieron haberlo hecho quienes no lo hicieron. Ahora es el propio sobreviviente quien, en sus dos papeles, hace de agresor y de salvador/cuidador.

Otra asociación más primaria, y quizá no del todo consciente, está en esa necesidad de calma y de paz que tanto anhelamos. El patrón interiorizado en la infancia fue el de agresión/calma. Primero venía el abuso (agresión) y después se iba el agresor (calma). Ahora, inconscientemente, tratamos de repetir el mismo patrón para encontrar esa tranquilidad. Es como si viviéramos en un permanente estado de ansiedad, dolor y desasosiego que sólo podemos neutralizar con la autolesión (agresión). Después, nos cuidamos, nos atendemos y nos perdonamos (calma).

Idealistas.org

Publicado por Joan Montane viernes, 19 de febrero de 2010 1 comentarios

Antes que nada quisiera dejar claro que mi interés en poner este mensaje obedece únicamente al respeto que me inspira esta organización. Y si con ello puedo ayudar de alguna manera al mantenimiento de su causa, bienvenido sea.



A veces en la vida uno pasa por malos momentos y cuando le cuentas a tus amigos sobre lo que sucedió ellos te preguntan "¿Porqué no me contaste antes? ¡Podría haberte ayudado!".

Esa es nuestra situación hoy y por eso realizamos esta campaña.

En resumen, esto es lo que sucedió: en los últimos 15 años la mayoría de nuestros recursos provenían de un pequeño cargo que le cobramos a las organizaciones de Estados Unidos que publican oportunidades de empleo en nuestro sitio en inglés. Hasta septiembre de 2008 y después de años de crecimiento sostenido, estas pequeñas sumas cubrían el 70% de nuestros gastos operativos.

Pero en Octubre de ese año explotó la crisis financiera y muchas organizaciones congelaron sus búsquedas de empleo. De un día al otro, nuestros ingresos se cortaron a casi la mitad.

Eso fue 16 meses atrás y desde entonces hemos sobrevidido reduciendo nuestros gastos y obteniendo unas pocas donaciones grandes de amigos nuevos y viejos. Pero en este momento estamos en una situación económica muy difícil.

Si en los últimos 6 años Idealistas te ha ayudado a tí o a un amigo a encontrar trabajo, una pasantía o una oportunidad de voluntarido, si te has conectado con una persona, una idea o un recurso, o si te has sentido inspirado por nuestro trabajo, ahora necesitamos de tu ayuda. No estaríamos pidiéndote esto, y menos de esta manera, si no fuera un momento crítico. ¡Gracias!

Idealistas.org

Añoranzas

Publicado por Joan Montane 2 comentarios

Añoro la infancia que no tuve, aquella que nunca podré recuperar. Añoro sensaciones que no comprendí. Confidencias que me hubieran convertido en una persona especial, en esa personita única que todo niño anhela y cree ser, en el protagonista de un cuento que nunca tuvo lugar. Pero sólo recuerdo largos tiempos de silencio. Añoro un abrazo, los sueños robados, las palabras nunca dichas, las que se ahogaron en el miedo y la vergüenza. Y también las otras palabras; aquellas que me hicieran pensar que yo, en verdad, formaba parte de algo. Pero ese algo jamás existió para mí. Añoro aquellos días en que fui feliz, tan lejanos que ya no sé si los añoro o tan solo los imagino. Añoro una caricia, un gesto sincero, una mirada a los ojos. Añoro los colores; los añoro desde aquel día en que mi vida se tornó gris. Y la lluvia... y la noche... teñidas de una falsa e imaginaria libertad. Añoro los amigos que no llegué a conocer, los consejos que nunca escuché. Añoro aquel día tan lejano en que dejé de sorprenderme, el día en que los sueños se escaparon y mi ángel me abandonó. Añoro la ingenuidad, justo antes de aprender el significado de la palabra imposible. Añoro los brazos de la noche, acogiéndome en su seno para rescatarme de la realidad. ¿Cuántas veces me hubiera quedado para siempre en su regazo? Pero la noche siempre me devolvía a la realidad y por un momento, sólo por un momento, pensaba que tal vez despertara en otro hogar y se corregía ese terrible error de haber nacido en el lugar equivocado. Pero ese breve relámpago se desvanecía en la bruma de mis sueños absurdos. Añoro lo que nunca tuve en ese mundo que no existió.

Mi pasado son gritos de añoranza lanzados al vacío, gritos de desesperación por no saber quién soy, gritos de silencio que se estrellan en el muro de quien nada quiere oír.

Me miráis sorprendidos, con desdén, con fastidio. Miráis a otro lado. ¿Por qué no se perderá de una vez? Quienes piensan eso viven con la paradoja de haber estado siempre perdidos. Las tinieblas ciegan sus ojos y su arrogancia o su estupidez son demasiado grandes como para advertirlo. En su propia negación esconderán ese pequeño pedazo de dignidad que aún creen tener, hasta que el destino le escupa a la cara.

Por último, quien debería preguntarse tantas cosas aún se reirá en su soledad, planeando qué hacer para que nada altere su mezquina existencia. ¿Quién entiende que la eternidad sólo puede ser pintada con los sentimientos que nos llevemos de esta vida? Por eso añoro los colores. Porque cuando deje esta vida quisiera haber pintado un mundo mejor. ¿Qué hará quien se va de vacío? ¿Qué hará en la blanca eternidad con su sombría miseria? No quiero partir con odio, rencor o tristeza. Quiero que brillen mis colores, quiero escuchar el sonido de las palabras, quiero alcanzar los sueños a cada pensamiento. Quiero...


Fuente: extracto del libro “Cuando estuvimos muertos”

Premio Kreativ blogger

Publicado por Joan Montane jueves, 18 de febrero de 2010 7 comentarios

Hoy empezaremos con una entrada diferente; un premio. Cuando los premios vienen de la mano de tus iguales siempre tiene una especial importancia, asi que es un placer y un orgullo aceptarlo y, lo mas dificil, cumplir con los dos requisitos que vienen adjuntos a dicho premio: decir 7 cosas de uno mismo y otorgarlo a su vez a otros 7 blogs, lo cual es un verdadero compromiso por todos los buenos blogs que no puedes nombrar.




Sobre mi:

1- Hace poco mas de un año que encontre a la mujer de mi vida.
2- Este proximo domingo es mi cumpleaños.
3- Creo que quien es feliz, lo es porque quiere serlo.
4- Me gusta la soledad.
5- Me gusta escribir. Este puede ser mi año.
6- Hay que ayudar a la gente a que se ayude.
7- Nunca he odiado.

Mis siete blogs:

Frases para cambiar vidas Porque siempre es util y necesario buscar aquello que nos motive e inspire.
La huella digital Por la calidad de su blog y por su implicacion en la causa de los abusos sexuales infantiles.
Pornografia infantil stop Por su incansable lucha, su integridad moral y porque es un gran amigo.
Serendipity Porque me encanta viajar, Argentina y el blog de Elisa.
Cinco Links Porque creo que tuvo una gran idea y ha logrado formar una heterogenea e interesante comunidad de blogs.
Escritos de pesadilla Porque tiene un blog de miedo, en todos los sentidos.
Abuso sexual infantil nunca mas Porque es uno de los blogs mas completo y documentado sobre este tema.

Resiliencia

Publicado por Joan Montane martes, 16 de febrero de 2010 1 comentarios

Cuando leemos algún artículo más o menos especializado, es habitual tropezar con algunos términos que desconocemos y que nos dificultan la comprensión global del texto. Uno de dichos términos es la resiliencia.

La resiliencia es un concepto de uso común cuando se aborda el abuso sexual infantil, pero ¿qué es la resiliencia?

El concepto fue introducido en el ámbito de la psicología en los años setenta por el psiquiatra Michael Rutter, adoptándolo de la física, de donde es originario, y que consistía en una suerte de adaptabilidad social. Dicho concepto ha ido evolucionando hasta hoy, y su definición podría resumirse en la capacidad que tiene el individuo o un grupo en concreto a la hora de sobreponerse y encontrar los recursos necesarios para enfrentar con éxito todo tipo de contratiempos. Se aplica especialmente a hechos traumáticos, como el propio abuso sexual, pero también a la muerte de un ser querido, al fracaso, a catástrofes naturales y, en general, a todas aquellas situaciones en las que una persona o un grupo tiene que superar la adversidad.

A menudo hablo de supervivientes de abuso sexual. Otros muchos utilizan el concepto víctimas, más llamativo y fácil de reconocer. Sin embargo, y aunque yo lo utilizo a veces, siempre intento hacerlo en pasado: “fuimos víctimas”. Es interesante esta apreciación, porque implícitamente el término superviviente ya sugiere resiliencia, mientras que víctima deriva hacia connotaciones que pueden hacer pensar en la idea de haber arrojado la toalla.

¿Qué nos hace resilientes? La respuesta no es sencilla, pero sin duda el primer factor es el propio instinto de supervivencia. Si me preguntan ¿cómo superaste el abuso sexual? lo primero que se me ocurre responder es que lo superé porque no tenía más remedio. En muchas ocasiones se hace mención a la valentía, el coraje y otros adjetivos similares; algo que he experimentado varias veces cuando me asocian a la superación del abuso sexual o cuando hablo de ello en los medios. Y la verdad es que no me siento identificado con ello, ni siquiera cómodo. Es pura y simple resiliencia; mi propia necesidad de enfrentar los hechos y de ser capaz de vivir con ellos. Y además de vivir bien.

En mi opinión, una de las claves que nos ha de conducir a un nivel óptimo de resiliencia consiste en verbalizar lo sucedido. Sólo de este modo adquieren estructura y comprensión los sucesos que te han tocado vivir. Mientras permanezcan condenados al silencio no hay posibilidad de tratarlos ni de encontrar respuesta, y por ende, de darle una solución a los mismos. Al sacarlos a la luz y hacerlos visibles te obligas a entenderlos e interiorizarlos y, en consecuencia, a buscar una salida. Tal vez no sea la más adecuada ni se resuelva el problema de inmediato. Y es que la perseverancia es una de las claves de la resiliencia, de hecho es uno de sus componentes fundamentales.

Libros autoayuda abuso sexual

Publicado por Joan Montane 5 comentarios















Películas Abusos sexuales VIII

Publicado por Joan Montane lunes, 15 de febrero de 2010 3 comentarios

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An american crime

Año: 2007
Duración: 98 min.
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: Tommy O'Haver
REPARTO: Catherine Keener, Ellen Page, James Franco, Bradley Whitford, Nick Searcy, Hayley McFarland, Ari Graynor, Evan Peters, Hannah Leigh Dworkin, Scout Taylor-Compton, Carlie Westerman.
SINOPSIS: Basada en la historia de Gertrude Baniszewski, una ama de casa de los suburbios que, en los años sesenta, secuestró y mantuvo a una niña encerrada en el sótano en su casa de Indiana. Allí la sometió a todo tipo de torturas, e incluso instó a sus seis hijos y a varios vecinos a que participaran de este juego macabro.

Podríamos decir de esta película que tiene que ver más con los malos tratos que con el abuso sexual, aunque éste también aparece. No es una película fácil de ver; la maldad sin concesiones. Muy recomendable por varios aspectos, como la complicidad inducida, con lo que implica moralmente para quien en circunstancias normales no actuaría así, o el silencio basado en el miedo.





Volver

Año: 2006
Duración: 122 min.
País: España.
Director: Pedro Almodóvar.
REPARTO: Penélope Cruz, Carmen Maura, Chus Lampreave, Lola Dueñas, Blanca Portillo, Yohana Cobo, Antonio de la Torre.
SINOPSIS: Narra la historia de tres generaciones de mujeres: una abuela (Carmen Maura), sus hijas (Penélope Cruz y Lola Dueñas) y la nieta (Yohana Cobo) que se reencuentran en una humilde casa de la localidad de Almagro. Tres generaciones de mujeres que sobreviven al viento, al fuego, e incluso a la muerte, a base de bondad, atrevimiento y una vitalidad sin límites.

No me declaro fan de Pedro Almodóvar, pero sin duda, al menos para mí, esta es su mejor película. Si tuviera que valorarla como una película de abusos sexuales, tendría que decir que el tema se aborda de un modo bastante tangencial, aunque al final emerge con bastante fuerza. No muy acorde con la realidad, pero muy bien llevada.

Carta de ANGE a su agresor

Publicado por Joan Montane viernes, 12 de febrero de 2010 4 comentarios

He tenido muchas dudas para saber quién fue mi primer abusador, pero tras hablarlo en la terapia del gam de gasje, llegué a la conclusión de que el primero fue el que yo llamo mi abusador oficial, ya que el hecho fue denunciado y sentenciado, los demás abusos se dieron porque se abrió la veda, se hizo público, y los demás abusadores se aprovecharon de la situación, entre otras cosas de mi indefensión.

La primera carta es para Chavea, mi abusador oficial, la verdad es que tengo que coger la sentencia para acordarme de su nombre, Jesús Inocente Tápiz Urbiola, nacido el 27/12/1925.

La sentencia dice: “Fallamos: que debemos condenar y condenamos a Jesús Inocente Tápiz Urbiola como autor responsable de un delito de abusos deshonestos violentos sin la concurrencia de circunstancias modificativas de responsabilidad criminal, a la pena de seis meses y un día de prisión menor; a los accesorios de suspensión de cargo público, profesión, oficio y derecho de sufragio durante el tiempo de condena, al pago de las costas procesales y a que abone a los representantes legales de la menor ofendida María Angelina Zabaleta Ibáñez, la cantidad de dos mil quinientas pesetas”. Sumario nº 161 de 1963 – Asiento nº 675 bis día 16/6/1966.

Sale barato abusar de una niña ¿verdad?, ¿Cuántos días estuviste privado de libertad? Si entraste en la cárcel el 15/11/65 y saliste el 29/1/66 ¿Dos meses y medio?, sale barato abusar de una niña. ¿Tendremos que cambiar las leyes, no? No puede ser que sea tan barato un terrorismo sexual tan consentido. Ya ves que ya no me callo, ahora que no te tengo miedo quiero gritar a los cuatro vientos que la mentira que contasteis en Miranda, no fue más que eso, una mentira.

Para tapar todo dijisteis que te ibas a trabajar a Alemania, mentira, estabas en la cárcel de Pamplona. A tus hijas las metieron internas en un colegio de Markina (Bizkaia). ¿Por qué? Yo no te provocaba sexualmente ni fui culpable de nada, el único culpable fuiste tú, agresor, abusador. Dile a tu hija mayor Laurita que no vuelva a pegar a mi tía Luisa, le propinó una paliza en Pamplona, en un lugar concurrido. Laurita la culpable de aquellos hechos no fui yo, fue tu papá quien abusó de mí. Me convirtió en una niña resentida, asustadiza, enfermiza, con una sexualidad alterada.

¿Sabes Chavea? Me gusta saber que el pueblo te dio la espalda, que tuviste que cerrar el taller de carpintería, donde abusabas sexualmente de mí, porque los mirandeses no te daban trabajo, se lo pasaron a la competencia, te dejaron de hacer encargos de madera. Fuiste a trabajar de conductor de autobuses, espero que no fuera de escolares.

Me chantajeaste, me asustabas, me obligabas y luego lo negaste todo en el juicio. Eres un ser repugnante, un tío mío y amigo de mi padre, eres un ser despreciable, un borrachuzo y un cerdo.

Quisiste el perdón de mi familia y que no salieran los hechos a la luz, me alegro de que no ganaras. Toda la vida me he sentido señalada pero por lo menos, mis padres hicieron parte de los deberes, se hicieron públicas tus atrocidades y no tengo que cargar con tu culpa.

No hacer terapia, tras estos hechos, me llevó a aprender mecanismos de defensa para sobrevivir. Mi cabeza no se concentraba para estudiar. No sabía de límites. La autoestima por los suelos, llena de culpabilidad, provocadora, una niña con una sexualidad de adulta.

Chavea, eres un miserable, un energúmeno, un ser espantoso.

No sé si leerás esta carta pero quiero que sepan en Miranda de Arga quien eres. El año pasado hablé con un mirandés y no sabían nada de ello. No quiero que se tapen más los abusos. Quiero que se sepa todo, con pelos y señales y sobre todo que no dejen en tus manos a un niño. De nada te sirvió la cárcel, no saliste arrepentido, nunca me pediste perdón, es más, desafiante te acercaste, malvado, para darle el pésame a mi prima. Te tuve delante y no te conocí pero un sexto sentido me dijo que eras tú. Cerdo, malvado.

Toda tu culpa y responsabilidad para ti, haz con ellas lo que quieras, a mí no me pertenecen. Allá tú con tu conciencia.

Testimonio abuso sexual - Marce

Publicado por Joan Montane domingo, 7 de febrero de 2010 6 comentarios

Mis recuerdos son fragmentados y ambiguos. Eso me lleva a cuestionarme sobre la importancia de recordar conscientemente todo lo sucedido. A veces me da mucha bronca no poder hacerlo, y a veces lo necesito con desesperación, pero bueno... es lo que hay.

Sé que no tenía más de tres o cuatro años. Y el mundo a mis pies. Era el único hijo de unos padres medio raros, cuya relación amorosa iba y venía como el viento. A veces juntos, a veces separados. Mi padre viviendo en casa por épocas...

Durante los periodos en que mi madre estaba sola, sin mi padre, nos instalábamos en la casa de mis abuelos. Ellos vivían en el campo. Lo recuerdo como un lugar maravilloso, donde podía andar a mis anchas y donde lo más simple se tornaba mágico.

Sin embargo siempre hubo algo, aunque fuera muy en el fondo y a pesar de toda la magia del lugar, que me decía que algo no había estado bien. Crecí con la firme convicción de que había algo oscuro dentro mío, con la seguridad de que un monstruo se escondía en mis entrañas.

Recuerdo a mi abuelo como un hombre de costumbres sencillas, policía de profesión y querido y respetado por sus vecinos. Todos me recuerdan como su nieto preferido... a pesar de tener muchos. Solo de grande descubrí cuán preferido fui para él.

Durante toda la vida me he sentido diferente, incomprendido... Toda la vida acompañado por esa inexplicable necesidad de fingir ser otro. Siempre con la idea omnipresente de que al mostrarme "tal cual era" la gente huiría despavorida. Así me fui perdiendo en mi propia maraña, entregado a esta compulsión de agradar, de decir a todo que sí, de mostrarme gracioso, amigable y sumiso. Y por dentro, la podredumbre me seguía ganando el alma. Y las noches en vela, y las ganas de nada... La sensación, si trato de ponerla en palabras, sería algo parecido a estar sumergido en un pozo oscuro lleno de lodo. Un lugar donde los esfuerzos por asomar la cabeza resultaban estériles, donde cada movimiento que intentaba era lento, forzoso, doloroso... Era mejor, entonces, estarse quietito, no intentar ninguna jugada rara y aceptar que jamás me podría enfrentar a un pasado que me llevaba, irremisiblemente, a un destino sobre el que no podía ejercer ningún control. La plenitud no estaba hecha a mi medida; de eso estaba seguro.

Pero... ¿qué era todo eso que siempre me tiraba para abajo, siempre más al fondo? ¿Cuál era la compulsión que me hundía en esa depresión sin retorno? Sólo sabía que el monstruo hablaba dentro de mí, confirmándome presentimientos que apenas me atrevía a comprender. Yo tenía la culpa, yo era responsable de mi miseria. Es más; me merecía esa miseria. ¿Por qué? Simplemente porque estaba sucio, porque era inservible, porque era un fracasado.

El estigma del fracaso me perseguía desde la niñez. A pesar de haber sido un excelente alumno, a pesar de no haber tenido problemas aparentes para relacionarme con los demás... a pesar de ello, toda mi vida sentí el fracaso o la frustración como algo cotidiano.

No había nada que llegara a satisfacerme. Nunca nadie me conformaba del todo. Nunca podía "mostrarme" como era. Nunca podía relajarme. Al final llegó un momento en que me entregué de una manera tan sumisa a los hilos de esta vorágine... que sin duda fue ahí recién cuando entré en la parte más oscura de mi vida.

Esa necesidad de fingir ser algo que no era, o que yo sentía que nunca iba a poder ser, terminó por esclavizarme. Fingía ser feliz, imponente, glorioso, inmutable. De hecho llegué a ser un tipo muy popular en todos los ámbitos de mi vida. Todos querían ser amigos míos, todos querían estar cerca de mí. Todos me querían... ¿todos me querían? No. Definitivamente no. Todos querían a un Marcelo de cartón, a una caricatura, a una imagen que yo proyectaba para ocultar algo de mí que ni siquiera sabía qué era. Pero por dentro el monstruo era más contundente. La apatía me ganaba el alma y se iba comiendo cada vez más mis fibras más íntimas.

Lo peor que alcanzo a recordar eran las noches. Dios... ¡cuánto miedo le tenía a las noches y a la soledad! Ahí aparecía el Marcelo real. Las crisis de angustia, el odio hacia mi mismo... porque estoy seguro que era odio. Me odiaba. Evitaba los espejos para no tener que reconocerme en ellos. Fíjense que llegué al punto de tapar con una cinta autoadhesiva el espejo a la altura de los ojos cuando iba a afeitarme, porque no resistía mi propia mirada.

Me sentía tan solo, tan a la deriva, tan culposo, tan culpable... y otra vez el interrogante. ¿Culpable de qué? ¿¡De qué!?

Casi por casualidad (aunque las casualidades no existen) empecé a ir a terapia. Casi sin querer empecé a reconocer cuáles eran mis miedos, mis dolores, mis partes más oscuras, mis culpas más ancestrales... ¡Y surgió de golpe una imagen y el terror! Recuerdo esa sesión como si fuera hoy. Hablando de cualquier otra cosa (aunque sabemos que en un contexto de terapia no existe el "cualquier otra cosa") apareció en mi mente una mano, muy vívida. Una mano que se acercaba, y que me iba a hacer daño. Una mano a la que yo podía verle las uñas recién cortadas, a la que podía verle cada unos de los pliegues de su palma... Y no quise recordar más. El terror se apoderó de mí, y tuvieron que medicarme...

Por un tiempo no quise ni pensar en esa mano. No quería recordar más. No quería... pero entonces empezó a aparecer en mis pesadillas. Y peor, empezó a aparecer acompañada de otras sensaciones que lo hacían más real. El olor de los eucaliptos... el ruido de un camión en marcha.... no podía apartar esa mano de mi pensamiento aunque quisiera. No podía hacer como si no existiera... sentía que me iba a volver loco. De remate. Definitivamente loco. Pero no. Fue otra vez en terapia donde tuve que empezar una vez más a hablar de esa mano que se aparecía todo el tiempo en mi cabeza, y también de las sensaciones que la acompañaban. Esa vez, en terapia, supe que había sido abusado sexualmente. Esa vez adquirí plena conciencia del horror. ¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo? Y sobre todo... ¿por qué?

Todavía tardé un tiempo en desenmascarar la identidad de mi agresor. Mi mente lo defendía a capa y espada; no quería dejarlo desnudo ante mi mirada adulta. No quería que descubriera que una de las personas en quien más confiaba, era la que más daño me había hecho en toda mi vida. Pero fue así. De a poco fui reconociendo esa mano, y el aroma a eucalipto del campo de mis abuelos, y el camión de mi abuelo, y el anillo en la mano de mi abuelo...

Qué difícil describir la infinita tristeza que me encogió el alma cuando por fin dejé al descubierto a mi abusador... que desilusión, qué decepción tan grande la que desgarró mi corazón.

No recuerdo mucho más que esa mano. No tengo conciencia real de qué fue lo que me hizo. Ni el tiempo que duró. Sólo que empezó a los tres años, aproximadamente, y terminó a los ocho.

Es tan difícil empezar a aceptar que la persona que tiene que cuidarte es la misma que, para satisfacer su perversión, te usa y te condena a una vida de sufrimiento. Es tan difícil de entender que la culpa no es tuya... Y lo tenés que repetir una y otra vez. La culpa no es tuya, no es tuya... y por más que lo intentas, por dentro, sentís que toda la culpa recae en tu pecho.

Es tan difícil quererse a uno mismo... aceptarse... Cómo iba a quererme cuando estaba "demostrado" que no merecía el cariño de nadie. Es tan difícil sentir que el futuro puede ser diferente. Es tan difícil entender que otra vida es posible, que puede haber un destino alternativo, un horizonte propio. Es tan difícil entender que tu vida no está arruinada sin remedio. Entender que está en tus manos cambiar el rumbo, barajar y dar de nuevo.

Es demasiado dolor. Demasiado. Es demasiada tristeza acumulada. Demasiados años de silencio y de soledad. Son demasiados miedos los que guiaron mi vida. Demasiadas culpas ajenas. Demasiado horror. Hasta que decidís que no es demasiado. Hasta que por una razón de pura supervivencia volvés a intentar ponerte de pie. Y las cosas aparecen más claras, el panorama más abierto. Y acá estoy. Entre ustedes. Con esta historia a cuestas, con este dolor a cuestas. Y con toda una vida que me espera. Y con toda la esperanza que nunca tuve. Porque el miedo ya no es mi guía. Porque tomé el timón de esta embarcación para convertirme en mi propio capitán, tripulante y pasajero.

Testimonio abuso sexual - Lorena (2ª parte)

Publicado por Joan Montane lunes, 1 de febrero de 2010 8 comentarios

Otras veces, algún tiempo después, yo hacía mi tarea en la mesa del comedor y él llegaba de visita de rutina, como casi todas las mañanas. Se sentaba bien pegadito a mi silla. Mi mamá estaba de espaldas a la mesa, preparando el almuerzo, cortando, picando, trozando, lavando, mientras yo trataba de concentrarme en mis sumas, en mis oraciones, pero ese olor a… ¿sexo? No sé, sólo sabía que ese era su olor cuando tenía pretensiones conmigo. Ese olor empezaba a distraerme y me paralizaba; me quedaba quietita, como una estatua, procurando sólo toser o mover un poco más ruidosamente los lápices para que mi mamá no escuchara el ruido de su masturbación, ni el de su respiración. A veces, mi mamá se daba la vuelta y él continuaba con sus manos abajo, apoyado con los hombros en el filo de la mesa, su boca semiabierta y la lengua asomada, con cara de lobo sediento y hambriento, mientras yo hacía grandes esfuerzos para concentrarme en mi tarea, mientras mi corazón latía desbocado ante el temor de que mi mami lo advirtiera, ¡PERO NO!, ¡nunca advirtió nada!, hasta el punto que se sacaba el delantal y le pedía la gauchadita de cuidarme y ayudarme a terminar la tarea, mientras iba al centro de compras y volvía. Y se iba… ¡Siempre se fue! Entonces, mi pulso se aceleraba aun más, y aunque me aliviaba porque mi mamá no nos hubiera descubierto, temía por lo que vendría después. Sabía que tenía que dejar que las cosas pasaran, que era sólo un ratito. Cerraba los ojos y pasaba.

Me sentaba en la punta de la mesa y me penetraba. Yo no veía la hora para que terminara e irme corriendo al baño a lavarme. A veces dolía tanto que hasta llegaba a sangrar. A veces el olor era tan fuerte y nauseabundo que tenía que cambiarme la bombacha. Cuando al fin me dejaba, corría asustada a encerrarme en el baño. Me impregnaba con jabón para que nadie sintiera aquel olor cuando saliera de allí, siempre tratando de ocultar cualquier evidencia que pudiera develar aquel secreto… ¡¿por qué?!

Mis recuerdos más nítidos los ubico en aquellas mañanas en las que yo dormía… Escuchaba su chata llegar, escuchaba cómo entraba en casa. Entonces, yo me tapaba, aunque me muriera de calor. Me retorcía como un nudo, tratando de tapar cualquier hueco que quedara para entrar bajo el cubrecama… Sabía que vendría. Y así era. Antes que cualquier otra cosa, y como de costumbre, preguntaba por la chinita. Y mi mamá lo mandaba a despertar a la remolona. Oía cómo sus pasos se acercaban y en unos segundos se desbarataban todos mis esfuerzos con el cubrecama. Siempre encontraba el modo. Empezaba a deslizar su mano por mis piernas, mi pecho… Yo me hacía la dormida… ¡¿por qué?! ¿Por qué no me levantaba antes?, ¿por qué no gritaba?, ¿por qué no le miré a los ojos y lo corrí de mi cama?, ¿por qué no hice eso recién a los doce, a los catorce, a los quince?, ¿por qué no pude hacerlo antes?

Y acá lo más terrible que he debido afrontar: ¿disfrutaba? Era placer corporal, sensaciones desconocidas. La vida se me está yendo tratando de entender, de reconocerme como una criatura erógena, incapaz de distinguir lo que estaba bien de lo que estaba mal. Y es que ¿cómo podía estar mal algo que causaba tanto placer? Todavía hoy me cuesta encontrar respuestas. A pesar de toda la lógica y la racionalidad de mis años, sigo perdiéndome en el vacío. Si esto es así, ¿qué respuestas podía encontrar mi pobre niña?

¡Maldita sea! Siempre me dijeron que no comiera tantos caramelos porque se me caerían los dientes, pero nunca me dijeron que no dejara que me tocasen porque me arruinarían la vida.
Cuando advertí que aquello no era normal, ya era demasiado tarde. Él seguía insistiendo, aunque entonces ya podía hacer uso de buenas artimañas para esquivarlo, evitarlo, rechazarlo, correrlo… La última vez que intentó tocarme tendría yo alrededor de quince años, quizás. Pude pegarle una cachetada, mirarlo fijo a los ojos y advertirle que no volviera a intentarlo, que no se acercara más, porque todo el mundo sabría lo que me había hecho.

Imagino que seguirá viviendo con total impunidad, quién sabe si haciéndoles lo mismo que a mí a otras criaturas. Para todo el mundo fue lo mismo que esto saliera a la luz. Todos siguieron no estando, no viendo.

Y yo acá, tratando de reconstruirme desde otro lugar, desde otros afectos, otras emociones…; cometiendo errores, cayendo una y otra vez…, pero sigo en pie, buscando desesperadamente todos aquellos abrazos, el refugio y la protección que no tuve en su momento.

Duele. Este nuevo proceso es sumamente doloroso, pero estoy dispuesta a destapar y a dejar de evitar para que nunca más vuelva a dolerme. Ansío poder encontrarme con lo más hermoso y más espantoso que tengo dentro para elegir de una vez y para siempre aquello que me pertenece de verdad y con lo que quiero quedarme.

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