Quizá parezca una obviedad; las cárceles sirven para apartar de la sociedad a los individuos que infringen las leyes. También se supone que la institución penitenciaria debe cumplir otra función: la de reinsertar en la sociedad al delincuente. O sea que en principio tenemos la doble función sancionadora y reeducadora. Hasta aquí todo bien.
La realidad, no obstante, nos ofrece una perspectiva muy distinta a la que nos dibuja la teoría. Me parece bien que se estipule una pena para cada delito. Quizá sería discutible la duración de algunas penas, sin duda. E igualmente me parece oportuno y necesario que tratemos de reinsertar a quien ha delinquido.
Pero vayamos al grano. Tomemos como ejemplo a un pederasta. La pena con la que suele ser castigada su delito creo que es inferior a la que debería ser, pero lo más importante y preocupante es su posible reinserción. De casi todos es sabido que un pederasta es reincidente y difícilmente recuperable. ¿Por qué razón se le deja entonces en libertad?
Imaginemos que yo hago la carrera de ingeniero y el primer curso es un auténtico desastre y lo suspendo todo ¿me van a dar paso al segundo curso? Por supuesto que no. Antes deberé demostrar que soy válido, capaz y que puedo seguir adelante. Si los expertos coinciden en que un delincuente sexual, casi con toda certeza volverá a delinquir, ¿por qué lo sueltan?
Insisto, me parece bien la función sancionadora y educadora. Pero ambas deben cumplirse, de lo contrario lo considero un fracaso cuando no una burla, y lo que es más importante, un peligro para el resto de la sociedad. Se aducirá que se están aplicando las leyes, pero las leyes deben protegernos y si no lo hacen entonces tal vez debiéramos modificarlas.
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