Cada vez más el síndrome de alienación parental incide -casi siempre de un modo negativo- en la vida de las parejas en trámites de separación, siendo el más perjudicado en todos los casos el menor.
La polémica que gira en torno al supuesto síndrome no ha dejado de crecer. Las falsas denuncias son un calvario para los afectados, pero a la sombra de esta realidad, se han apuntado al carro infinidad de maltratadores y abusadores de menores, pues la existencia y, sobre todo, la predisposición a considerar el síndrome por parte de los equipos de detección y de los juzgadores, como una realidad que está al orden del día, les ha venido como anillo al dedo a todos aquellos que considera que mujeres e hijos son una posesión de la que pueden disponer a su antojo.
Las estadísticas, en todas partes, dejan claro que el abuso sexual infantil es una realidad que afecta aproximadamente al 20% de la población; una cifra que a muchos les cuesta creer. Sin embargo estoy convencido de que es así. Y eso significa que también existe un elevado número de abusadores. Pero cuando nos enfrentamos a las denuncias sobre posibles abusos, lo primero que se cuestiona es la salud mental de la madre -quien en la mayoría de casos es quien interpone la denuncia- así como la posibilidad de que se trate de una falsa denuncia.
El resultado de todo ello es justo lo contrario de lo que se pretende preservar; el bien del menor. De hecho, a tenor de lo que sucede, parece evidente que el bien del menor le importa bien poco a las instituciones en general y a los organismos encargados de detectar posibles abusos. Los centros de acogida para menores están a rebosar, lo que demuestra el nulo interés de estos organismos a la hora de averiguar qué es lo que está ocurriendo y cómo puede solucionarse. Su prioridad es apartar al niño del "entorno perjudicial" y, si es posible, recluirlo en un centro de menores, lo cual, no debería obviarse, también significa ingresar buenos dividendos.
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La resiliencia es un concepto relativamente nuevo que poco va abriéndose camino en el campo de la psicología.
Podríamos decir que la resiliencia consiste en la capacidad que posee todo individuo para hacer frente a las situaciones y adversidades que se encuentra a lo largo de su vida. Se trata, entonces, de un concepto que tiene mucho que ver con quienes padecimos abusos sexuales en nuestra infancia. Pocas cosas son tan difíciles de superar como un abuso sexual. Sin embargo, la capacidad del ser humano es mucho mayor de lo que solemos creer.
El problema, muchas veces, tiene que ver con las secuelas asociadas al abuso sexual infantil, empezando por la baja autoestima, un aspecto que incide particularmente en nuestra autovaloración y, por ende, en la creencia de que dicho problema puede superarse.
La autonegación -no querer reconocer lo que sucedió- es otro factor que impide afrontar, ya desde la base, el abuso sexual.
Sin embargo, no hay más camino que el abordaje del pasado y confiar en nuestra capacidad y, en definitiva, en nuestra resiliencia.
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