Quizá te preguntes a qué viene sacar todo esto ahora, después de tanto tiempo ¿no? Pues la verdad es que no lo estoy sacando ahora, lo llevo sacando desde que tenía 19 años, y lo sabe mucha gente, pero aunque lo estuviera empezando a sacar ahora, estoy en mi derecho. Bastantes derechos míos me anulaste ya. Con motivo de la inauguración de la asociación, salí en la tele en tres programas distintos y en uno de la radio, por lo tanto, mi condición de víctima de abusos es pública, aunque no te nombré en ningún momento porque pensé que las cosas llevan un orden y primero tenías que recibir esta carta. Ahora me reservo ya ese derecho, no es una amenaza ni es una venganza, nunca ha querido serlo. Sólo es el único camino que existe para curarme de tanto dolor (dolor que, reitero, tú me causaste).
Mi gran pregunta durante mucho tiempo ha sido, ¿habrá abusado también de alguno de sus hijos o de alguien más? Siempre he querido pensar que no, porque no sé si sería una realidad asumible para mí, pero realmente espero que no lo hayas hecho ni lo estés haciendo, porque en ese caso sí que es verdad que me da igual ya todo, me busco un buen abogado y me meto en tribunales. Si lo estás haciendo, en serio, busca ayuda, le estás jodiendo la vida a otra persona, que además es hijo/a tuyo/a, aunque claro, si ya lo hiciste con una hermana…. Hay muchas víctimas de abusos sexuales en la infancia que acaban suicidándose o con depresiones muy graves y medicación para toda la vida, o con graves problemas para relacionarse con los demás, o con problemas de identidad sexual, ludopatía, drogadicción, trastornos alimenticios… piénsalo si es que de verdad quieres a tus hijos. Te repito que prefiero pensar que no lo estás haciendo, pero muchísimos estudios señalan que suelen ser conductas repetitivas y por si acaso, te lo comento…
Igual pensabas que me iba a pasar el resto de mi vida fingiendo que esto no había ocurrido ¿no? Pues mira, si piensas eso estás equivocado… lo hacía porque quería seguir viendo a mis sobrinos, verlos crecer, jugar con ellos, pero ya no puedo más. Ahora las normas las pongo yo (también estoy en mi derecho): en principio y salvo que cambien mucho las cosas, no quiero verte más, no quiero tener que darte un beso nunca más y por supuesto no quiero que te acerques jamás a mis hijas, ni las mires, ni muchísimo menos las toques. A lo mejor yo no me supe defender, pero por mis hijas soy capaz de cualquier cosa, no sé si me has entendido. Si en alguna ocasión familiar nos encontramos fortuitamente (imagino que queda claro que no quiero verte en el nacimiento de mi hija por el hospital, ni por mi casa), no te voy a saludar, ni quiero que me saludes, ni creo que lo haga mi marido (imagina cómo se siente él cuando te ve), ni saludarás a mis hijas que, en su debido momento ya sabrán que no lo haces porque yo te lo pedí y el motivo.
Ten en cuenta que estoy siendo bastante condescendiente con lo que te pido, no te estoy pidiendo que me pagues el fortunón que me gasté en psicólogos que, por otro lado sería lo mínimo que deberías hacer, aunque realmente tu dinero no me interesa en absoluto. Ni siquiera te estoy pidiendo que se lo cuentes a tu mujer aunque, si fueras medio persona lo harías por ti mismo, aunque solo fuera por tus hijos y te pondrías en terapia… todo ello, junto con pedirme perdón y tu arrepentimiento, sería lo mínimo que deberías hacer, pero de ninguna manera resarcirías el daño que me ocasionaste ni muchísimo menos.
No sé cuál va a ser tu reacción al leer esta carta pero realmente me da igual. Iba a decirte todo esto en persona, cara a cara, que es como a mí me gusta hacer las cosas, pero dado mi estado y que tu reacción puede ser que me altere, he preferido enviarte esta carta. Además, de esta manera, he podido expresar todo lo que yo quería sin interrupciones y sin olvidos. Quizá estés arrepentido (cosa que no creo), si es así, ya hablaremos cara a cara, tú y yo, pero como creo esa posibilidad casi imposible, en principio, esto es mi despedida. Adiós