Sólo en mis recuerdos
Ojalá algún día tenga el valor de entregarte esta carta personalmente, o mejor aún, decírtelo en tu misma cara. Pero soy realista, por ahora me es imposible. El terror a romper el silencio y la vergüenza ¡son todavía muy fuertes! Vos me condenaste a convivir con ella, y para quitármela de encima, una de las cosas que debo hacer, es no callar más, aunque sea escribiéndolo.
A veces, mi mente me lleva hacia atrás en el tiempo, cuando era pequeño y tan dependiente de todos, y sobre todo de vos.
Tan sabio y perfecto, tan espiritual, tan cristiano y lleno de consejos buenos. Hoy tengo 42 años y recién acabo de darme cuenta, o más bien, recién ahora mi mente acepta que vos ABUSABAS de mí. ¡¡Cómo me cuesta escribir esa infame palabra!! Te aprovechabas de tu superioridad física e intelectual, de tu autoridad sobre mí. En contraste, me veo frágil y vulnerable. Es raro, ¿sabes? Por más que trato y trato, no puedo distinguir al pequeñín que debería existir en mis recuerdos; sano, alegre y lleno de vida. En su lugar (ojo, no es que tenga recuerdos, sólo fogonazos descolgados y desordenados de mi niñez) un niño alterado, con una mente fantasiosa y llena de imágenes inadecuadas, con culpas y sucio. Con miedos constantes. Hacía cosas que no eran adecuadas para un niñito. Con miedo... miedo a la escuela, a los chicos, a los adultos, a todo, siempre tan inseguro y solo...inmensamente solito, rodeado de una triste y rara melancolía, siempre jugando solo. ¿Quién se tomó tiempo para escuchar, para ver cuáles eran mis juegos? "Mira juega con palitos, con cualquier cosita que encuentra”. Siempre lo comentaban como algo raro, fuera de lo común, pero conveniente... ¡¡PENSAR QUE MIS JUEGOS SE BASABAN EN VIOLENCIA, EN SEXO, EN RESCATAR ALGUIEN QUE ESTABA SIENDO ATACADO Y YO LOS DEFENDÍA O LOS ABRAZABA Y LOS CONSOLABA!!
En mis enormes lagunas, donde se perdieron prácticamente todos mis recuerdos (tal vez sea mejor así), aún hoy me queda la sensación de melancolía y tristeza de mis juegos infantiles, de mi mente culpable y del sentido de hacerlo todo siempre a escondidas, que nadie se entere, que nadie sepa mis secretos (¿de un niñito? ¡Dios!). Los pensamientos suicidas tampoco eran infrecuentes. De por vida voy a lidiar con mis ojos, arruinados por mi mismo. Recuerdo el día que ya cansado y tal vez deseando que por algún medio se den cuenta, me quemé las retinas con el Sol. Sí; ¡Que estúpido, que tontería! Sí, pero tenía una mente desordenada, alterada, no quería ver más, ya no quería ver las imágenes, ya no. Y me quemé la mácula, que me produjo una lesión que llevaré de por vida, aunque siempre me recordará de donde vengo.
Bueno, hace más de tres años por fin encontré respuestas a tantas preguntas sin respuestas. Recién ahí pude asociar unas imágenes con unos abusos que ocurrieron cuando muy pequeño. De ahí en más, encontré respuestas balsámicas para mi alma y mente atormentadas. Gracias a Patria y su amor sin barreras, obtuve fuerzas para seguir y no morir en el intento. En ese momento tan revelador, mi mente siguió ocultandote, siguio negando lo más triste, lo más oscuro, hasta que me hizo un "clic" y fue devastador...
El peso abrumador por saber quién soy y donde vengo, aplasto las negaciones y los callejones sin salida que mi mente interponía. Sergio, hermano. ¡Tristemente fuiste la reafirmación de un pasado de abusos y vejaciones, trastocando, traspasando mi alma!
En terapia (porque pasé por psicólogos y psiquiatras, por estar fuertemente medicado y contenido) Cuando fui avanzando en las sesiones, con el tiempo, fueron saliendo cosas. Recuerdos dormidos, sensaciones escondidas, olores, colores, sabores, voces. Muchas cosas que me llevaron, y aquí es donde ya no resisto... la cuna.
Si los abusos de cuando muy pequeño me marcaron de por vida, los tuyos me llevaron a la tumba... ¡pero resucité!
Tengo una mujer que me ama y creé que soy un hombre. Que nada de lo que me han hecho ha cambiado eso; ¡y le creo!
Tengo un hijito a quien amar, que me llama “Papi” y eso me ayudo a terminar de entender que soy un hombre. ¡Soy papá!
Lástima el tiempo perdido; 37 años de mi vida, 37 años de tormentos, de vivir desdoblado entre dos mundos. Realmente no llego a odiarte, ni a desearte nada malo, pero tampoco busco perdonarte. En realidad me perdoné a mí mismo. Me perdoné haberte creído, me perdoné permitir que vivieras tu vida, que te casaras, que formaras tu familia. Me perdoné haber escuchado tus consejos. Que en algún momento te creí mejor persona que yo...
Rompí las cadenas, cuyas llaves tiraste lejos, en el tiempo. Estoy libre, despliego mis alas y levanto vuelo ¡¡por fin!! Y te dejo atrás. Te dejo solo en mis recuerdos. Es vital que no olvide, para testimonio a mí mismo, de donde vengo.
Te dejo, te repito. Como un ave libre, remonto vuelo. Ahora las cosas son más claras. Yo estoy libre, arriba en los cielos...Vos... en el suelo.