Son escasos los recuerdos de aquel niño pequeño y rubio de ojos azul claro que fui.
Era un niño solitario, introvertido, que siempre jugaba solo. No hablaba ni me quejaba, a no ser que quisieran meterme en la ducha. Pasaba las horas tirado en el suelo de mi cuarto, jugando con mis coches.
Mi hermano fue quien destruyó mis días poco a poco sin apenas darme cuenta. Me incomodaba, eso seguro, aunque era demasiado pequeño para ser consciente de mucho más. Era una sensación que ya conocía. No puedo recordar el día que comenzó aquello; sólo soy capaz de recordar esa sensación, la sensación de que ya has vivido lo que te está pasando, y desde luego que era un "juego" que no me gustaba.
No puedo recordar sus palabras, de qué manera accedía, ni como lograba que yo jugara a sus "juegos", pero lo cierto es que lo conseguía, y entre tanto yo callaba y me sentía culpable, sucio y asqueado. Además veía como mi padre siempre estaba por él; era su hijo favorito. Yo tenía más el aspecto de un niño enfermo. Digamos que no daba el perfil para ser el hijo predilecto de "papa" y de "mama". Ella siempre consintió, tanto aquel favoritismo, como lo que mi hermano hacía conmigo.
Recuerdo perfectamente, siendo aún pequeño, que una vez entró ella en la habitación donde mi hermano, justo en ese momento, empezaba a "jugar" conmigo. Pero mi madre, muy lejos de involucrarse, parar aquello y quitarme muchos años de sufrimiento... se limitó a cerrar la puerta para dejarme allí en la oscuridad. Ya nunca volvió, nunca abrió esa puerta. Hasta hace poco aún esperaba, con ojos implorantes, verla abrir aquella puerta. Hoy ya no espero nada.
El agresor campa a sus anchas, se desenvuelve con absoluta naturalidad entre los demás miembros de la familia, y todos le bailan el agua, sin embargo yo soy un "autista", el raro, el que se encierra entre las cuatro paredes de su habitación, siempre solo...
Siempre solo, al igual que en los patios del colegio. Siempre estuve solo, hasta que me acostumbré a tenerme tan sólo a mí. Y mientras tanto él siguió haciendo conmigo lo que quiso, con total impunidad. Me sodomizaba, me obligaba a practicarle felaciones, me humillaba delante de todo el mundo, me insultaba, se burlaba de mí, tanto a solas como delante de sus amigos... y yo... yo bajaba la mirada, callaba, me giraba y volvía a casa, a esconderme en mi guarida.
Puede que para mis padres haya sido tan solo un número, el cuarto, el último de todos. Creo que no esperaban tenerme, fue un error. Pero una vez nacido al menos podrían haber disimulado un poco. Nunca tuvieron la reacción que esperaba. Debo suponer que tratar a un hijo "autista" y "anti-social" era demasiado complicado para ellos, o quizás lo difícil era prestar atención a lo evidente y buscar ayuda.
Mi historia fue así y no puedo modificarla por más que lo desee. Estuve viviendo muchos años entre la desesperación, los abusos, el miedo nocturno, las humillaciones, el continuo disimular y el intento por ser un buen hijo a los ojos de unos padres que nunca vieron en mí a ese hijo que querían; nada era suficiente, y por el contrario, todo lo que venía de mi agresor era bien recibido.
De nada ha servido, familiarmente hablando, relatar lo que me ocurrió. Incluso creo que lo cuestionan, pero para mí ya no hay nada que cuestionar. Es imposible inventar tantas cosas, tantos detalles... ¿Es que no se dan cuenta? ¿Por qué habría de hacerlo? ¿Por celos, quizás? En absoluto; él fue quien siempre sintió celos de mí.
Es tan contradictorio ser abusado, humillado, insultado, y a un mismo tiempo ser también deseado, ser el centro de sus celos. No tiene sentido.
Me condenó a una tristeza y una depresión profunda de la que sigo sin poder escapar del todo. Siempre sintiéndome solo, siempre estando solo. No tenía amigos ni tampoco los buscaba. Creo que lo que yo buscaba no podía ofrecérmelo nadie... tan sólo compartía algo de mí con aquellos cuadernos que llené de escritos donde daba rienda suelta a un odio ilimitado hacia mí mismo. Deseaba la muerte, porque él ya me había matado en vida. Sentía que todos los demás le apoyaron y nunca objetaron nada ante aquella mutilación. Nunca cesaron los abusos, ni siquiera sus insultos.
Revisando años después algunos de mis escritos, descubro que hoy tienen sentidos diferentes a los que le daba en su día. Hoy he abierto los ojos, de alguna manera he madurado, ahondo más en ese dolor, y empiezo a entender mejor lo poco que merecen la pena aquellos seres que decían quererme, que se criaron conmigo, que me dieron la vida, aunque yo hubiera deseado no nacer.
He sido durante muchos años una persona oscura, y creo que siempre quedará una parte de mí que no alcanzará a ver la luz, pero no teñiré todo de negro nunca más, no quiero que me controlen, no pueden, no soy su marioneta, ya no. Lo he sido durante demasiado tiempo.
Ahora, cada vez que el pasado vuelva a mí, intentaré que sea de otra manera, teniendo claro que quienes decían quererme no me quieren, sabiendo que hay personas fuera de aquella familia que realmente me quieren. Es por ellas por quien doy la vida.
Me tendréis por siempre; no me habéis parido, más os debo la vida, sin vosotras hoy no estaría vivo. Si no os hubiera tenido la noche más fatídica de mi vida, todo habría acabado. Pero ellas estuvieron ahí, al otro lado del teléfono, calmándome, reteniendo mis impulsos hacia el suicidio.
Os amaré siempre.
Joan otro testimonio desgarrador. ¡Hay tantas cosas en común! No necesito decirte que puedes usar el mío cuando lo creas oportuno, tienes toda la libertad para hacerlo y mi apoyo.
Un abrazo enorme
Es desgarrador. Bien por el coraje para ayudar a los demás.
Cariños
Elisa, Argentina
Ander no te imaginas la empatía que siento contigo y el dolor que me da poder imaginar lo que viviste, aunque obviamente nunca sabré a ciencia cierta lo que viviste, lo único que quiero que sepas es que personalmente estoy muy comprometida con que estos abusos y dolor terminen, ya sea con información o terapia, pero algo haré para ayudarlos, porque ustedes, las víctimas, los sobrevivientes son la motivación de mi vida, solo te pido que sigas hablando a quien quiera escuchar lo que viviste para que aprendan y prevengan en sus hogares, solo la información puede ayudar de alguna manera. Estoy para servirte. Ximena xef_psi@yahoo.com
Joan, testimonio profundo que nos debe hacer reflexionar. Esa pasividad de la madre es incomprensible. Pero lomás grave es la ordaza de silencio que se ponen las víctimas.
Estupenda entrada Joan. Un beso.