A veces uno se pregunta que sentido tienen algunas cosas. El asunto de las prioridades, en este caso, tiene mucho que ver con lo que hoy escuchaba por la radio.
Distintos tertulianos debatían sobre las bondades o la perversidad del aborto, atendiendo a los nuevos supuestos que se quieren implementar en España. No me parece oportuno ni necesario pronunciarme al respecto, ya que este no es el tema de este blog, pero si quiero traerlo a colación por lo mucho que llama mi atención la enrocada posición de algunos estamentos, fundamentalmente el religioso, debido a su postura de defensa a ultranza sobre el derecho de nacer del feto, sean cuales sean las circunstancias del mismo y sean cuales sean las de la embarazada.
Insisto en mi intención de no entrar a cuestionar ninguna ideología ni menos aún el derecho a manifestarla. Sin embargo no puedo por menos que preguntarme porque extraña razón se defiende a viento y marea el nacimiento, cuando estos mismos adalides de la vida se han preocupado bien poco de esos niños cuando eran abusados por curas pederastas. La única vida que entonces ha importado ha sido la de los propios curas, que eran trasladados de parroquia en parroquia para cerrar bocas. Más adelante otras bocas se cerraron con dinero. Y al final, ante las evidencias y sólo hasta fechas muy recientes, se ha condenado esta conducta.
Entre tanta demagogia e hipocresía uno termina por darse cuenta de que las palabras son sólo palabras y que tal como dice nuestro sabio refranero: “Obras son amores y no buenas razones”. Es triste comprobar como en este asunto no suele imperar el sentido común, es triste ver como instituciones que cuentan con el fervor de millones de creyentes se mueven en función de sus propios intereses, por lo que si hay que pasar por encima de miles de niños violados, se pasa y punto. Al final uno se da cuenta de que si necesitas que alguien te eche una mano, lo mejor es buscarla al final de tu brazo.
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