Esta es una pregunta para la que no se requieren demasiadas argumentaciones. Nos sentimos víctimas porque en eso nos convirtieron durante la niñez. Nos impusieron un papel que en muchos casos seguimos interpretando hasta el día de hoy. Lo utilizamos como un escudo para protegernos o para ocultarnos, aunque ya hayamos perdido de vista las razones y aunque el perjuicio sea mucho mayor que el hipotético beneficio.
A pesar de los años transcurridos, siguen habiendo pautas de comportamiento que dominan la mayoría de nuestros actos. A pesar de ir contra nuestra voluntad consciente, todavía solemos actuar como las víctimas que un día fuimos. Nuestra elección tiende al silencio y la aceptación, sin ofrecer resistencia a los acontecimientos que nos plantea la vida. Si algo sale mal utilizamos hábilmente el papel de víctima para justificar nuestros fracasos y nuestra inmovilidad. Es más fácil utilizar este recurso que responsabilizarnos de los sentimientos y las necesidades tanto propias como ajenas.
En ocasiones nos damos cuenta de que nuestra actitud nos reportará problemas. Pero aún siendo conscientes de ello, somos incapaces de modificarlo. Delegamos funciones propias esperando que sean los demás quienes se den cuenta de lo que nos ocurre, pero los demás no son adivinos, ni tal vez les importe suficiente lo que nos pasa.
Se supone que somos adultos y debemos afrontar y resolver las dificultades, pero lo único que sabemos hacer es quedarnos a solas con nuestros problemas irresolubles, lamiéndonos las heridas y preguntándonos porque somos tan desgraciados.
Cuando los demás depositan la confianza en nosotros, poniéndonos a prueba, tal y como sucede tantas veces en la vida, es fácil que no demos la talla. Es entonces cuando nos aferramos a nuestro conocido papel de víctimas incomprendidas, incapaces de asumir las responsabilidades que emanan de nuestras acciones, y más comúnmente aún, de nuestras inacciones. Esto nos lleva a romper relaciones tanto amistosas como sentimentales, viéndose de este modo reforzado el papel de víctimas que tanto nos gusta interpretar, a lo cual se une una caída en picado de la autoestima que realimenta este nefasto ciclo autodestructivo.
Somos víctimas reales, es cierto, pero lo somos de nuestra propia actitud ante la vida. Hay otra realidad muy distinta. La que no vemos.
¿Por qué debemos dejar de ser víctimas?
Ese niño que algunos de nosotros apenas recordamos, fue una de tantas víctimas de otros tantos agresores sin escrúpulos. Hoy nos corresponde buscar las herramientas para llevar a cabo lo que aquel niño no pudo. Debemos ser mucho mejores y vivir mucho mejor que el pobre miserable que nos agredió. A mi entender esa es la venganza que más ha de resarcirnos de tantos años de ignominia y de silencio.
Una premisa básica para restablecer la correcta actitud ante el mundo consiste en responsabilizarse de nuestros actos. Creo que u primer paso es restarle trascendencia al hecho de que las cosas salgan bien o mal. A fin de cuentas eso es algo a lo que todos estamos expuestos. Nuestra meta no ha de consistir en ser ni unos ni otros, sino en ser nosotros y hacer lo que define nuestra individualidad, sin importar demasiado el resultado. Tarde o temprano llegará. El concepto "ahora" es la palabra que define el momento exacto para hacer cualquier cosa. La clave no está en saber cual es momento en que se presentará la oportunidad, sino en saber que estamos listos para ir a buscar nuestras oportunidades.
Otro aspecto no menos importante es olvidarnos de lo que digan los demás. Tú no eres mejor porque alguien te alabe, ni peor porque alguien te critique. Tú eres tú. Y lo que haces tiene tanto o tan poco valor como tú quieras darle.
La aceptación de nuestros actos, junto a sus consecuencias, es lo que nos va a permitir crecer como personas. Los resultados no son determinantes, en realidad sólo son oportunidades que nos conducirán siempre hacia algo mejor. Todo depende de la perspectiva que queramos aplicarle. Es nuestra actitud la que nos va a permitir seguir avanzando, y ello es posible independientemente de que el resultado sea positivo o negativo.
Seguir con esa vieja táctica de aparecer como víctimas del destino es como tener echado el freno de mano y quejarse continuamente de que el coche apenas anda. Conduzcamos sin temor por el camino de la vida. Sólo así tendremos motivos reales para alegrarnos o entristecernos.
Joan hola tesoro!!!...es difícil dejar de ser víctima...Estuve viendo un programa que se llama Cárceles, allí está presa una chica que fue adoptada, su padre trataba de abusar de ella constantemente y la madre la maltrataba, los envenenó, volvió rápidamente pero ya no podía hacer nada, se estaban muriendo.
Al final de reportaje, el periodista le preguntó ¿qué te gustaría ser?, respondió 'la niña de 6 años que no pude ser'.
Unos años atrás, salió un libro CURAR EL NIÑO HERIDO, había toda una corriente en psicología que decía, si eres un niño herido serás un adulto herido...creo que así es para muchas personas, algunas logran curarlo solo y otros necesitamos de la ayuda del terapeuta...besos en la casa!!!