Hoy me siento desterrado. Viviendo una soledad por una culpa que no me pertenece, como siempre. Hoy es un día de tantos, un día para reconocer lo que me arrebataron en la infancia. Pienso en los logros, en la lucha por ser lo que no me dejaron, pero al final siempre queda algún monstruo que parece boicotearlo todo. Hoy es un día de tantos, viviendo esa culpa que no tuve y la carencia de recursos para defenderme, para gritar que soy inocente. Nos enseñaron a no tener derechos, a asumir lo que ocurría. Y así crecimos. Y a veces me sorprendo por no saber reaccionar aún, por no defender la verdad, aún cuando esté lo más importante en juego. ¿De qué sirve tener razón? Al final sólo queda otro jirón de tu vida, desprendido en el camino, pensando que nada puede hacerse. Hoy me siento vacío, como tantas veces, como tantos años, pensando que la vida es injusta, aunque a la postre todo esté en nuestras manos, unas manos vacías que añoran el sueño anhelado que pude vivir aquel tiempo en que todo parecía tener sentido. Hasta que se me escurrió de las manos, sin entenderlo, con la impotencia de no saber qué hacer, con la verdad inútil que nunca he sabido manejar. ¿De qué sirve la verdad? Un día de tantos, un día para la nostagia; hoy, el día que encontré lo que más me dolió perder.
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