Ya he hablado del problema que subyace en una separación en la que, además, hay abusos sexuales de por medio. El problema lo he focalizado en la tendencia de los organismos y de la justicia en general para demostrar la existencia del síndrome de alienación parental. Ante una denuncia, que no siempre parte de la madre, se pone en marcha todo el engranaje del sistema que suele terminar dejando sin salida a la parte denunciante y desprotegido al menor; justo lo contrario de lo que se predica y de lo que debería ser.
Pero no quiero extenderme más ahora en este aspecto, sino en las repercusiones que tiene este mismo hecho en la vida cotidiana y más cercana de los actores. Es decir, cuando se produce una situación de este tipo, podríamos pensar que todos se pondrán de parte del denunciante. Sin embargo la realidad no suele ser esta. Existe un pensamiento más generalizado de lo que se cree donde se da por supuesto que la denuncia de abuso tiene más que ver con el despecho, la venganza y las ganas de perjudicar a la otra parte, que no con la realidad del propio abuso.
En el propio entorno del denunciante cae la sospecha de que la denuncia pueda ser falsa y que sus motivaciones nada tienen que ver con la posible existencia de un abuso.
Pocas madres están dispuestas a utilizar a sus hijos de este modo por mera venganza hacia su ex pareja. Si me preguntan si hay madres así responderé que sí. Pero lo haré porque es obvio que en este mundo hay de todo. No se trata de negar las cosas porque sí. De lo que se trata es de situarlo en su perspectiva correcta. Y esta nos dice que el porcentaje de personas capaces de actuar de este modo es ínfimo en comparación con el resto de denuncias y de casos reales de abuso sexual infantil. Sin embargo parece que todos los esfuerzos van dirigidos a buscar todos los indicios, hasta los más absurdos, que puedan demostrar de una u otra manera que una madre actúa de forma alienadora.
Ahora imaginemos que el abuso sexual existe, como sucede la mayoría de veces. ¿Qué puede hacer una madre? Si actúa como haría cualquier madre corre el riesgo de ser tachada de alienadora. Habla mal del padre para predisponer al menor en su contra. Pero si sabes que un individuo está abusando sexualmente del hijo ¿vas a hablar bien de él?
Tanto en tu propio entorno como en instancias judiciales corres el peligro de caer en una trampa sin salida. Si no haces nada ante un abuso te acusarán de negligencia, pero si denuncias, entonces es probable que te acusen de síndrome de alienación parental. Y así vamos, haciendo equilibrios en la cuerda floja.
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