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Carencias en torno al abuso sexual infantil

Publicado por Joan Montane lunes, 14 de septiembre de 2009

Mi discurso sobre ASI suele poner de relieve los aspectos más negativos, por lo que más de uno se preguntará con toda la razón ¿pues que hace falta para modificar todo lo que no funciona? La respuesta no es sencilla. A estas alturas tengo bastante claro que no hay casi nada que funcione como es debido.

La opinión generalizada suele centrar el foco de atención en los casos que aparecen en los medios, por ejemplo algunas sentencias que en ocasiones resultan incomprensibles. Los que conocen algo mejor el tema también pueden aducir el mal funcionamiento de los organismos encargados de evaluar los casos que llegan a dichas instancias, y aún otros incidir en aspectos más concretos, pero en mi opinión el problema no hay que buscarlo en aspectos particulares; está enquistado en la globalidad de nuestro tejido social. Es un mal extendido desde el primero hasta el último eslabón de la cadena.

Dando esto por sentado, lo que procede es distinguir los distintos niveles para abordarlo con un cierto orden.

En el primer nivel está la persona que ha sufrido los abusos. Muy a menudo he hablado de las distintas secuelas que nos afectan, y la que ahora más nos interesa es el silencio. Sólo un reducido porcentaje habla de lo que sucedió en su niñez, e igualmente reducido es el porcentaje de niños que lo cuentan en el momento en que ocurre. En ambos casos es frecuente que su voz sea silenciada a las primeras de cambio, con lo cual ya nos encontramos con que la mayoría de los abusos no logran tan siquiera superar este primer nivel. No es necesario ser muy perspicaz para comprender que si todas las personas que han sufrido abusos alzaran la voz, la percepción que se tiene en la actualidad se modificaría sustancialmente, lo que a su vez podría promover cambios significativos. No es fácil que eso ocurra, pero sin duda es lo que haría falta.

En el siguiente nivel encontramos a la familia, o sea el entorno directo de la persona que ha sufrido los abusos y, en la mayoría de casos, también el entorno donde se han producido. Esta circunstancia propicia, como ya he comentado, que las prioridades se decanten claramente a silenciar los hechos antes que preocuparse por las repercusiones que el abuso haya podido tener en el niño o en el adulto que lo revela. Y es que las consecuencias de admitirlo son demasiado graves para el ente familiar. La reacción en cadena que podría desatarse se percibe más grave que cualquier cosa que pueda haberle sucedido al menor. Eso a quienes les ocurre, claro. Porque a quienes nos les ha pasado, curiosamente, no tienen la menor duda sobre su actuación a favor del menor. Cruel paradoja que demasiadas veces se cumple, y más cuanto más cercano es el parentesco del adulto con el menor. Es obvio, entonces, lo que hace falta cambiar. La familia siempre debería estar al lado del niño que ha padecido los abusos.

Subiendo de nivel llegamos a la sociedad, que deberíamos analizar en sus distintas variantes. Por un lado podríamos referirnos a la opinión pública en general; la opinión de los ciudadanos. Y si bien esta suele expresarse en términos de condena radical y sin fisuras, lo cierto es que su peso es más bien escaso. Eso es así porque no existe la conciencia de que se trate de un problema de la magnitud que realmente tiene. Todos hemos presenciado colectivos de toda índole haciendo huelga, manifestándose y protestando por un sinfín de causas más o menos justificadas, pero jamás he visto una manifestación contra el abuso sexual infantil. Tal vez sí centrada en algún caso concreto con nombres y apellidos, pero no en representación del problema de fondo.

En el apartado social también deberían tener mucho que decir algunas instituciones cuya obligación es velar por el bien del menor, como por ejemplo el sistema educativo y el sanitario. Así pues, ante cualquier sospecha, la pertinente puesta en marcha del mecanismo que lo elevara a las instancias encargadas de evaluar un posible abuso. Pero tal cosa no siempre ocurre, y cuando lo hace, el abuso raramente va más allá de ser posible, motivo por el que, entre otros, a veces se opta por no meterse en problemas, porque es probable que los haya, todo hay que decirlo.

Otra institución que ejerce una importante influencia y que ha hecho un flaco favor a la causa es la iglesia. Con independencia de las creencias de cada cual, creo que se puede llegar al consenso de que, sobre el papel, la iglesia debería haberse constituido como uno de los más firmes abanderados en la defensa del menor. Pero no. Una vez más los intereses más ruines se interponen. Lejos de esta postura, el silencio y el encubrimiento se han encumbrado hasta que el peso de múltiples denuncias ha conseguido, tan sólo, un escueto reconocimiento de esta realidad. Y ahí nos hemos quedado.

Socialmente falta mucha más información; información veraz y contrastada que permita a la gente adquirir la conciencia social adecuada para que esta realidad sea reconocida en su verdadera dimensión. Las instituciones y organismos que tienen contacto con el menor no deberían dudar ante la sospecha de un abuso y la iglesia debería pedir perdón, pero no con palabras, sino con hechos.

A un nivel más directo nos encontramos con las unidades encargadas de atender, evaluar y dictaminar los casos de abuso que llegan a sus manos, que no hay que olvidar que se trata de un pequeñísimo porcentaje de la totalidad. Su actuación es tan nefasta que los propios abogados consideran una victoria el hecho de que un caso salga de la administración. O sea que te quedas como estabas. En realidad peor, porque se te cierran todas las puertas al desestimarse el caso y porque entonces, aunque no se diga abiertamente, se pone en duda tu credibilidad. ¿Cuántos padres, tíos, hermanos o abuelos han sido condenados por abuso sexual? Y sin embargo los hay a miles. De nuevo el abuso sexual, como mucho, se queda en posible. Parece que éste es el máximo status al que podemos aspirar en una denuncia. Visto lo visto, tampoco hace falta decir gran cosa sobre lo mucho que debe cambiar este nivel.

En último lugar está el sistema jurídico que, una vez analizados los niveles precedentes, no nos deja mucho espacio para el optimismo. Llegados a este punto vemos que la manipulación que termina contaminando estos casos, la desinformación general que reina en todo el proceso, y los prejuicios de cada juez, nos conduce a un callejón sin salida y, como en los casos anteriores, a la evidencia de que también aquí se requieren profundos cambios. Considero que la persona que tiene la última palabra sobre un asunto de tanta trascendencia debería tener, no ya la ecuanimidad que se le presupone, sino una preparación específica sobre un asunto que nadie afirma que sea sencillo. Precisamente por eso.

Como vemos en este sucinto repaso de la actualidad ASI, son muchos los aspectos que se deben modificar; muchos y de gran calado. Así que por el momento, y siendo realistas, no podemos esperar que se produzcan grandes cambios en breve. Hay que asumir el papel de pioneros, no desfallecer ante las batallas perdidas y seguir picando piedra.

4 comentarios

  1. Estoy contigo, Joan. Creo que para cambiar las cosas habría que empezar por los primeros niveles; enseñarnos a protestar ante algo que nos hace daño, a hablar y ayudar a hablar al que padece, nunca silenciar al que está sufriendo. Expresar nuestros sentimientos hace que poco a poco nos comprendamos a nosotros mismos para luego poder comprender a los demás. Y esto es muy importante en los casos de abusos. Se silencian porque no se comprenden, no se sabe cómo reaccionar, qué palabras utilizar para cada uno de los implicados. Si este silencio no se supera ¿de qué nos sirve arreglar los siguientes niveles?

     
  2. sus Says:
  3. Hola Joan, yo sé que es muy difícil todo, pero sigo pensando que podríamos buscar algún tipo de idea para recoger firmas, ya sea vía internet, o, no sé, pero recogerlas, de alguna forma fiables, para obtener cifras reales de tod@s los que somos, pienso que al igual que se recogen firmas para otros fines, hacerlo para el nuestro, y para qué enfocaríamos esta recogida de firmas, no sé, ALGO Joan, ALGO!!!!!!!!!! ya es hora......
    Un saludo a tod@s.

     
  4. Joan Montane Says:
  5. No te preocupes sus, ya llevo años en esto y desde entonces no he parado. Ahora se abren expectativas muy interesantes que espero pronto se concreten. Por desgracia los abusos sexuales han empezado a salir a luz hace pocos años y casi todo está por hacer. Pero también creo que se ha sembrado bastante y pronto se empezarán a ver los frutos. Tanto mi pareja como yo tenemos claro que está lucha nos ocupará mientras sigamos vivos y te aseguro que daremos guerra.

     
  6. snika7 Says:
  7. Estoy totalmente con ustedes, somos muchas y muchos que vivimos con esto, día tras día...
    Tenemos y devemos de hacer algo, pues es muy triste la realidad...

     

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