En mis intervenciones en prensa, radio y televisión ha surgido a menuda una pregunta: ¿Sientes odio hacia tu agresor? O planteada de otro modo: ¿Has perdonado a tu padre? Obviamente mi padre fue quien cometió los abusos.
No es una pregunta que pueda responderse con un simple monosílabo. O mejor dicho, si se puede, pero no sin la correspondiente argumentación. Por lo que a mi respecta las respuestas son que no siento odio ni rencor hacia mi padre y que no le he perdonado. Es posible que de entrada parezcan contradictorias, de ahí la necesidad de razonar mi posicionamiento.
En la vida puedes tomar muchas decisiones, pero elegir lo que se siente o lo que se deja de sentir no es una cuestión tan simple como elegir si vas de vacaciones a Grecia o a Italia o vas a comer tallarines o ensalada. Hay aspectos que no están tan ligados a nuestro poder de elección como quisiéramos. Es un proceso que sin duda puede transformarse con el tiempo a través de la experiencia y el aprendizaje, pero al formar parte de la esencia del propio individuo y estar también interiorizado mediante el aprendizaje, no resulta sencillo implementar las modificaciones que nos dicta la razón. Dicho de otro modo, el sentido común nos puede indicar que nuestros sentimientos hacia el abusador han sido inducidos de un modo malsano y que debemos modificarlos, pero la comprensión de este hecho no basta para eliminarlos sin más. De ahí el conflicto por el que transitan muchas personas que han sido víctimas de abusos y la consiguiente dificultad para explicar porque uno siente lo que siente. Afirmar, como sucede a menudo, que uno quiere a su agresor, no puede hacerse con un sí o con un no. Y otro tanto ocurre con las dos cuestiones planteadas en el enunciado.
Personalmente puedo decir que me siento afortunado de que mis respuestas a esas dos preguntas sean las que son, porque considero que eso es lo que me permite hacer lo que hago. Abordar los abusos sexuales, bien sea desde una óptica personal o bien en términos más generales, y hacerlo desde el odio, el rencor o arrastrando secuelas no resueltas, no es el mejor modo de enfrentarse, ni menos aún se puede pretender estar en posesión del enfoque adecuado y efectivo para tratar esta cuestión.
Decía que uno no elige lo que siente, y que la ausencia de odio hacia el abusador unida a no tener la necesidad de perdonarlo dé una impresión contradictoria. La clave, diría yo, radica en la comprensión de los hechos y en la gestión de los sentimientos. Aquí me gustaría hacer un inciso para señalar que esos sentimientos negativos pueden servir en un momento dado como un trampolín para seguir avanzando. El problema aparece cuando se enquistan y no somos capaces de superarlos. Una existencia regida por el rencor proveniente de unos hechos del pasado, por graves que estos fueran, nunca nos reportarán una solución satisfactoria.
No he elegido mis sentimientos. Soy así. Y al contemplarlo desde mi situación actual creo que me está siendo más beneficioso que perjudicial. Pero claro, tampoco pierdo de vista que en el proceso ha habido un largo periodo de tiempo donde nada parecía tener solución ni sentido.
No he perdonado a mi padre. Me elección, quiero pensar, ha sido hecha desde la libertad y la racionalización de lo sucedido. Muchos consideran el perdón como el último eslabón de la cadena en el proceso curativo, y no dudo de su efectividad en la medida en que se cree en ello. El poder de las creencias y del convencimiento surge del propio individuo. Esa es su verdadera fuerza. Y esas creencias, en cada individuo, beben de distintas fuentes.
Desde mi punto de vista el perdón, focalizado en mi padre, no tiene ningún poder ni efectividad para mí ni para el agresor. En primer lugar porque no lo asocio con liberarme de una pesada carga, cuya existencia, eso sí, es real. Mi liberación se ha producido al entender que la culpa recae en el agresor, con lo cual me considero exento de hacer nada en este sentido. Y a partir de ahí entiendo que es el culpable quien requiere el perdón, de igual modo que para hacerse acreedor del mismo no hay otra posibilidad que obtenerlo mediante los propios actos, y no por una concesión que pueda hacer la persona agraviada. En definitiva, el perdón no se da; se gana.
Hola Joan aqui te dejo mi opinión, yo no siento la necesidad de perdonar para sentirme bien, yo he empezado a mejorar desde el momento en que he sacado al agresor y a sus complices de mi vida , para continuar viviendo es tan simple como que ellos mueran para mi, como si no hubieran existido nunca, yo empiezo mi vida y ellos acaban su existencia en lo que es ahora mi mundo, esta sensación de no existir para mi cuanto más tiempo pasa se hace más y más fuerte hasta que llegue el día en que sentire una total indiferencia, en que ya no me importara ni su mal ni su bien, esta es mi experiencia personal, a raíz de estar pasando por todo estos sentimientos me doy cuenta que quizás la indiferencia es la curación y la superación de esto, pero antes he de sentir todo lo que voy sientiendo, he tenido que llorar, gritar y odiarlos creo que es un proceso lógico y normal después de lo que han hecho con un ser indefenso como es una niña de pocos años, otra cosa que he notado es que ya no siento la necesidad de llamarlo familia por que ellos viven en su mundo y yo en el mio, me siento bien por dentro en paz conmigo misma y saco mi dolor con la terapia y escribiendo pero no siento necesidad de perdonar para sentirme bien conmigo misma ya que no soy yo la que ha dañado a nadie la victima he sido yo y los verdugos ellos por lo tanto a cada cual se le ha dar lo que le corresponde para que todo este en paz y armonia en este universo
Hola sentimientos, pues sí, creo que lo que comentas es exactamente como debe llevarse el proceso. Todo tiene su tiempo y hay sentimientos que por lógica debemos experimentar. Lo bueno es que nos sirvan de trampolín para alcanzar esa paz que nos merecemos.
Un beso.
Hola Joan, lo que has escrito en esta entrada me parece lo más coherente que he oído desde hace mucho tiempo.
Muchas gracias por estas palabras. Ya se me hacía difícil escuchar sólo palabras de rencor, odio, maldecir, etc. cuando hablamos de personas que han sufrido abusos en su infancia, ese no es el final de nuestro camino (no lo puede ser!). Ese es un periodo muy feo por el que hay que pasar y en el que la gente no se puede estancar porque es dónde nos podemos equivocar con más facilidad en escoger nuestra actitud ante la vida y ante los demás.
Gracias otra vez por tu sensatez!
Un beso.
sigo buscando un saludo, por supuesto que es coherente esta actitud por que las cosas no se consiguen desde el odio y el rencor la justicia se consigue desde una actitud centrada con los pies bien puestos en el suelo donde deben estar, nada de lloriqueos tontos ni de cosas banales, la venganza no es buena para nadie pero la JUSTICIA es buena para todos por lo tanto debemos basarnos en la justicia para seguir adelante para algo se han hecho las leyes si no esto seria la selva y la ley del más fuerte ¿estás de acuerdo conmigo sigo buscando? no hay nada como afrontar las cosas desde un punto de vista real y seguir adelate ¿cuánto vale la sonrisa de un niño/a? creo que lo vale todo en cambio sus lágrimas y dolor no vale nada, por lo tanto hay que analizar las cosas desde un punto de vista centrado y coherente, un saludo sigo buscando
Sigo buscando el camino empieza desde el momento en que empezamos a recuperarnos no seamos vengativos hay que seguir adelante pero dejando la palabra venganza a un lado eso es feo y no conduce a nada, el trampolin ha de conducirnos a la paz y la justicia es el tampolin que necesitamos todos en este mundo por algo se creearon esas leyes que incluso pueden ser modificadas cuando no se ajustan bien a los situaciones como es el abuso infantil, estoy encantada de volverte a encontrar en esta página un saludo de nuevo sigo buscando y otro para ti Joan
Igualmente sentimientos.
De todos modos si me gustaría apuntar que la teoría, en cuanto a leyes y justicia, es tal como dices. Desgraciadamente en la práctica, al menos en lo que respecta a los abusos sexuales, tanto la víctima como el denunciante lo tienen muy complicado. Lo habitual es que ante una denuncia las cosas empeoren. Hay tantas cosas que se deben cambiar...
¿Dónde está la justicia cuando hemos sufrido abusos sexuales en la infancia?
Estoy de acuerdo con que la justicia tiene que funcionar y tiene que actuar contra el agresor, y si se endurecen las condenas mejor que mejor. Pero creo que esto puede funcionar sólo cuando se detecta un caso de abusos en el momento que se están produciendo.
En la mayoría de estos casos (sobretodo los intrafamiliares) el problema es que no salen a la luz en el momento y es muy difícil demostrar posteriormente, que realmente sucedió (creo que tiene que ser mínimo el número de casos en los que se ha podido demostrar a los años de haber sucedido).
Y no creo que sea conveniente el condenar a alguien sólo porque otro diga que esa persona abusó de un niño sin tener ninguna prueba de ello (que incluso detectándolo a tiempo seguramente será muy difícil demostrarlo con pruebas físicas). Mucha gente se aprovecharía de ello y se condenaría a mucha gente inocente. Eso atentaría contra nuestra propia libertad. Y más hacia nosotros mismos, que mucha gente piensa que si hemos sufrido abusos en nuestra infancia muy probablemente nos convertiremos en agresores. A la más mínima, la gente nos condenaría por miedo. Aunque nos cueste y nos duela reconocerlo, no se puede condenar a nadie sin unas mínimas pruebas. Así que por más que lo pienso, no creo que la justicia que podamos encontrar sea el meter a nuestro agresor en la cárcel (hablo de los casos en que sea imposible demostrarlo ante un juez). Tal vez con los años encontremos algún método para demostrarlo (tengo fe en la ciencia).
Creo que nosotros deberíamos unirnos para afrontar este tema desde otra perspectiva, la EDUCACIÓN de los que vienen. Y digo "de los que vienen" porque los que ya son mayores veo que es muy difícil cambiarles de parecer y, pensamientos como "la familia es sagrada haga lo que haga" es lo que más daño nos está haciendo y más arraigado tienen. Por eso no quiero gastar mis fuerzas buscando mi propia justicia cuando creo que puedo conseguir mucho más luchando por la educación de los que vienen.
En mi caso, todavía estoy luchando para quitarme ese rencor que les tengo por no haberme defendido en su momento y haberme silenciado cuando les dije que, hacía unos años, había sufrido abusos por parte de un hermano mayor. Sé que desde aquel momento no volvieron a mirar con los mismos ojos a mi hermano y tuvieron una dura lucha interior entre dos sentimientos de amor y odio hacia mi hermano pero no fueron capaces de hacer nada porque, simplemente, no tenían ni idea de qué hacer y prefirieron quedarse con la educación que habían recibido ("la familia haga lo que haga es sagrada" "los problemas familiares no hay que airearlos" "qué dirán los demás" "tenemos que aparentar ser una familia unida").
Les miro a los ojos y os aseguro que no son malas personas, simplemente no supieron qué hacer y su reacción fue la consecuencia de su ignorancia y de la educación que recibieron. Noto en ellos que me quieren, pero no saben demostrarlo como a mí me haría falta. Seguramente me hubiera bastado con que hubieran condenado ELLOS mismos al agresor repudiando su actitud, vigilándolo para que no lo volviera a hacer y, en el caso de enterarse de que lo seguía haciendo o hiciera a otra persona, no dudar en denunciar a su propio hijo o hermano. Aunque no se pudiera condenar judicialmente (por no poder demostrar los hechos) esa persona ya habría sido repudiada por su propia familia, que por lo menos ya es una condena, y ya habríamos conseguido que el silencio que tanto nos duele y nos condena a nosotros mismos desaparezca.
Por suerte y desgracia, mi hermano murió en un accidente dos años después de contarlo. Y digo suerte porque ello me evitó seguir conviviendo con mi agresor y ver como mi familia continuaba haciendo todo lo posible por aparentar que no había pasado nada. Esto me ha permitido respirar un poco más que a muchos de vosotros, que os ha tocado ver como, con vuestras vidas destrozadas, vuestros agresores continúan tan felices sin que nadie les condene (reconozco que eso debe ser muy difícil de llevar). Y digo desgracia por que se le agotaron a mi familia las posibilidades de expresar su repulsa hacia mi hermano para quedar en paz conmigo y con ellos mismos.
La situación en mi familia ahora es complicada. Mi madre siempre está enfadada por cualquier cosa, siempre está pendiente de nosotros sin dejarnos respirar y metiéndose en todo lo que hacemos y dejamos de hacer, sobretodo conmigo, lo que a mi me saca de mis casillas y siempre acabo discutiendo con ella. Y va a peor. Siempre a sido una persona con mucho carácter y no veo muchas posibilidades de que mejore (y en los milagros...)
Con mis hermanos (los otros dos que me quedan) tampoco me entiendo del todo.
Mi hermana no me dice nada, pero creo que me culpa de haber contado la historia de mis abusos, "dándole más problemas a mi madre" y haber roto la armonía familiar (que en realidad nunca la hubo). Y es que ella reacciona de una forma extraña ante todos los problemas de su vida y siempre lo ha hecho, no sólo con el mío. Prefiere callar, dejar que pase el tiempo, que nada tiene importancia y todo se pasa. Siempre quiere aparentar estar muy tranquila ante los problemas pero por dentro le están comiendo los nervios. Siempre ha padecido úlceras de estómago y enfermedades asociadas a estados de nerviosismo y va a peor. Ahora, cada vez que tiene algún problema le dan ataques de pancreatitis, lo que puede provocarle multitud de secuelas, incluso la muerte.
Y mi hermano. Él se enteró hace poco de lo que sucedió. Decidí contárselo cuando empecé a trabajar sobre mi infancia en la facultad. Tenía (y lo necesitaba) que hablar abiertamente de los abusos que sufrí de pequeña, con mis profesores y compañeros. Y pensé que no era justo que lo hiciera sin habérselo contado antes a él, y menos cuando él se siente (estúpidamente) culpable de la muerte de mi agresor. Su reacción fue de lo más extraña. Sin hablar en un principio de mi persona, no quiso oír nada sobre abusos sexuales. En realidad, siempre evita todo lo relacionado con el sufrimiento humano, le da miedo sus propias reacciones; con la sangre se marea, y con las noticias tristes no consigue llorar y le dan ataques de ansiedad. Cuando sospechó que se trataba de mí, enseguida reaccionó agresivamente contra todo aquel que me hubiera podido hacer daño, acusando sin sentido a todo el que le venía a la cabeza. Menos mal que estábamos solos y nadie estaba cerca. Cuando le conté que había sido nuestro hermano se quedó bloqueado. No sabía qué decir. Tanto se había culpado por haber descolgado aquel dichoso teléfono. Culpa por haberle pedido que fuera a su casa para pasar un rato juntos. Culpa por querer recuperar un tiempo que habían perdido. Culpable, de qué? Ahora, de qué?. Nunca ha reaccionado bien ante los problemas. Siempre se ha refugiado en su trabajo sin importarle echar todas las horas extras que hayan echo falta, y cuantas más mejor para no ver ni tener que afrontar el panorama que tenía en su vida íntima.
Y ahora como tengo yo que esperar a que reaccione? Pues seguramente que como hasta ahora, es la única forma en que él sabe hacerlo. Nadie le ha enseñado otra cosa.
Si nos miramos a nosotros mismos veremos que, muchas veces, no actuamos de la forma más correcta aunque ello nos conlleve a otro dolor. Y todo simplemente porque no sabemos, o lo que viene a ser lo mismo, porque NO HEMOS APRENDIDO OTRA COSA.
Por todo esto, creo que hay afrontar este tema (y esto serviría para casi todo en nuestra vida) desde la EDUCACIÓN. Pero quién se encarga de educar a nuestros hijos (y a nosotros mismos)? Qué es lo que les tenemos que enseñar? De qué forma? Con qué pautas? Quién las marca? Yo no soy la más indicada para responder estas preguntas pero sí para enunciarlas.
Un abrazo muy fuerte a todos... y a seguir buscando. Sin búsqueda estamos condenados a quedarnos esperando eternamente.
P.D. Siento la parrafada pero no me podía quedar nada dentro. Mil disculpas.